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Una conexión que va más allá del nacimiento: el microquimerismo fetal.

  • Foto del escritor: Violeta Zurkan
    Violeta Zurkan
  • 14 abr
  • 2 Min. de lectura


Durante el embarazo, algo extraordinario ocurre entre la madre y su bebé, más allá del lazo emocional y biológico que los une. Se trata del microquimerismo fetal-materno, un fenómeno en el que las células del feto migran al torrente sanguíneo de la madre… y algunas de ellas se quedan con ella para siempre.


Estas células, provenientes del bebé, comienzan a circular por el cuerpo materno desde las primeras semanas de gestación. Durante todo el embarazo, van y vienen entre el feto y la madre, en una especie de danza silenciosa de intercambio celular. Y lo más sorprendente es que, incluso décadas después del parto, muchas de esas células aún se encuentran en órganos como la piel, los pulmones, los huesos, el corazón e incluso el cerebro de la madre.


Pero el microquimerismo no es solo un curioso remanente del embarazo. Estudios científicos han demostrado que, ante una lesión, como un daño cardíaco, estas células fetales pueden migrar al sitio afectado y colaborar en la reparación del tejido, transformándose en células especializadas según la necesidad. Es como si el cuerpo del bebé, en un acto silencioso de reciprocidad, ayudara a sanar a su madre desde adentro.


Y esta huella es tan poderosa que puede permanecer incluso si el embarazo no llega a término. Las células ya han hecho su viaje, y parte del vínculo ya está inscrito en el cuerpo materno.


Curiosamente, también se ha sugerido que estas células podrían explicar ciertos cambios en el estado de salud de algunas mujeres durante el embarazo, como la remisión temporal de enfermedades autoinmunes. Es una simbiosis inesperada: mientras el cuerpo materno protege y nutre al bebé, el bebé, sin saberlo, también contribuye al bienestar de su madre.


Aún más fascinante: se han hallado células de un hijo en el cerebro de su madre hasta 18 años después del parto. Esto podría dar una explicación científica al lazo casi sobrenatural que algunas madres sienten con sus hijos, esa capacidad intuitiva de percibirlos aun cuando están lejos.


El embarazo no es solo un proceso biológico. Es una transformación en todos los niveles. Si eres madre, tu hijo habita en ti de una forma más literal de lo que imaginabas. Porque dar vida también es compartirla, célula por célula, corazón con corazón.


Te leo, con amor Vi.

 
 
 

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