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  • Foto del escritorVioleta Zurkan

Trastornos de Alimentación: comida-alimento- madre/hijo.

Entre la alimentación y las emociones existe un vínculo muy complejo. Las emociones son ingredientes fundamentales de la vida. Las relacionamos con expresiones como: “ya no puedo tragar más” rechazando algo injusto o ingrato; “se me revuelve el estómago” cuando sentimos cólera o asco por algo; “tengo mariposas en el estómago” al sentir nerviosismo o ansiedad por algo que estamos deseando que llegue o que no llegue jamás. ¿Y son sólo expresiones? La comida no es sólo comida, es también el medio a través del cual recibimos un alimento imprescindible para el desarrollo de la salud psíquica y emocional en el ser humano: el alimento afectivo.

El hambre se satisface con el alimento; el amor realiza nuestro deseo de ser alguien para otro. Sin satisfacer la primera, se muere nuestro cuerpo. Sin resolver el segundo, el deseo de vivir desaparece y la tristeza nos destroza. Alimento material y afectivo se entremezclan desde el principio de nuestra existencia. Desde el primer día que llegamos a este mundo empezamos a tener nuestras primeras sensaciones placenteras a través de la alimentación. Frente al enojo, la tristeza o el llanto, aparece el pecho de la madre o el biberón. Enlazada al dulzor de la leche llegan la ternura y el calor, llega el alivio de la ansiedad y de la tensión que produce el hambre, llega la protección y la seguridad, la satisfacción y el amor. Aprendemos a querer a nuestra madre utilizando un lenguaje para comunicarnos con la vida a través del vínculo con la comida.

"Aprendemos a comer y aprendemos a amar a la vez.”

¿Es entonces en nuestra infancia cuando nos habituamos a asociar determinados alimentos con ciertas emociones? Definitivamente SÍ, por ello hay olores y sabores de comidas que nos devuelven infinidad de recuerdos (raíles). Algunos gratos, otros no tanto. A veces basamos nuestras preferencias o aversiones alimentarias según fueron nuestras emociones en el pasado. Por ejemplo, juguemos un poco: ¿ante que platillo sólo de imaginarlo se te hace “agua la boca”? Y ahora trata de descubrir en lo más profundo cuál es el recuerdo asociado a ese sabor. ¿Era lo que hacía mamá el día de su cumpleaños? ¿O quizá el platillo que preparaba la abuela cuando ibas de visita a su casa? Así mismo, habrá otros que te provoquen “ verdaderas nauseas”, ¿cuál es el recuerdo asociado? En ocasiones asociamos el alimento con un instante de la vida en que nos sentimos seguros, acompañados y queridos, como si este alimento pudiera aportar la seguridad que nos falta, como si pudiéramos llenar ese vacío, proporcionándonos el afecto que hoy no se siente así como la contención y el consuelo que en ocasiones no tenemos, como si este tuviera efectos mágicos, tal y como creíamos en la infancia tenían nuestros seres más queridos, nuestros padres.

No solo ante situaciones difíciles o entornos dolorosos puede una persona querer anestesiarse buscando refugio en la comida. Cualquier momento que haga que la persona se sienta desmoralizada o estresada puede provocar que quiera aliviar su ansiedad cayendo en un “comer emocional” pretendiendo erradicar de la mente problemas, preocupaciones y carencias llegando a adoptar hábitos poco saludables o incluso verse envuelta en trastornos alimentarios. Sin embargo, esta respuesta no es la misma en todas las personas. Es más, en algunas puede ser la opuesta. Alguien puede comer mucho cuando esta triste y a otra persona sucederle todo lo contrario: “no caberle bocado”, porque en su momento este “bocado” fue un “bocado indigesto”¡no todo lo que está detrás del comer es hambre!

La boca es la zona del cuerpo más sensible en la tarea de mantener interrelacionadas la realidad interna y la externa. La boca es el primer orificio a través del cual encontramos satisfacción y placer al relacionarnos con el otro. Satisfacción en el plano biológico, porque calma la tensión que se produce en el interior del cuerpo del bebé cuando siente hambre. Y placer porque en el modo de dar la comida siempre hay en juego un interés emocional indispensable para que ese alimento sea nutricio. El lactante depende por completo del auxilio ajeno, por lo general de la madre, que está allí para calmar el hambre. Las dificultades con la alimentación son una manera de expresar sentimientos que no pueden ser dichos, así como las emociones que no pueden ser reconocidas o los afectos que desde nuestro inconsciente intentan manifestarse. Los regímenes alimenticios pueden estar al servicio de una necesidad de castigo. Negarse a comer puede ser un intento de afirmarse internamente o una forma de expresar que la vida no tiene sentido si falta el alimento afectivo. Puede esconder una tristeza, o puede estar demandando la presencia de alguien. Desamor, abandono, culpa, rabia, celos, rivalidad, angustia o tristeza son algunos de los sentimientos que pueden estar intentando expresarse tras los conflictos con la alimentación.

Cuando el espíritu se silencia, el cuerpo habla; cuando nuestra boca no pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión o deja de comer para tomar el control que sentimos hemos perdido. Cuando tenemos problemas con la comida, sería conveniente reflexionar qué estado de ánimo nos provocan el hambre o la inapetencia, qué deseos, ambiciones, decepciones o fantasías se ocultan tras esos actos que nos llevan a deglutir o a rechazar el alimento. Desde el TRANSGENERACIONAL nuestro objetivo es acompañar en la búsqueda de la relación que hay entre comida-alimento-madre/hijo. Una manera de manifestar un desacuerdo en esta relación es a través de los trastornos de la conducta alimentaria y es necesario centrarnos en las situaciones que los han desencadenado, cuáles han sido los conflictos iniciales y descubrir cómo se han ido entrelazando.

En los Trastornos de conducta alimentaria Bulimia y Anorexia existen dos grandes conflictos, así que exploramos qué sentimientos se han generado alrededor de la comida: vergüenza, culpa, autodesprecio, conductas de autolesiones, abandono, baja autoestima, no tener confianza en uno mismo, engañar y engañarse, en ambos trastornos se vomita, pero por diferentes conflictos. ¿Qué relación tenemos entre estrés y la alimentación? La más importante es la contrariedad indigesta territorial (curvatura menor del estómago), esa sensación de injusticia que experimentamos cuando hemos vivido una situación así, ese nudo en la boca del estómago con sensación de vacío donde me lleno para rellenarlo o está tan anudado que no me entra bocado y me niego a la comida. En la Anorexia el otro conflicto podrá ser cualquier foco del hemisferio izquierdo pánico, pertenencia, identidad y organización, el comportamiento es: se come poco, o no se come, como si el estómago estuviera cerrado. En el trastorno de comportamiento Bulímico existe un Conflicto Ectodérmico no territorial (pancreático) hemisferio izquierdo glucagón relacionado con el asco y repugnancia asociado a comer algo (real, simbólico o imaginario) que no me gusta: tocamiento, abusos, besos obligados, situaciones de repugnancia (vacío estomacal, hipoglucemia), sensación de tener un hueco que necesito rellenar, junto con curvatura menor (contrariedad indigesta) buscar la relación con situaciones de conflictos en la mesa, discusiones, silencio, críticas, etc. Así que yo lo invito a reflexionar:

  • ¿Para qué me sirve la comida?

  • ¿Es la comida un comportamiento de relleno o un comportamiento huidizo?

  • ¿Apaciguo el estrés?

  • ¿No merezco atención y no merezco comer?

  • ¿Es un comportamiento de ira tan alto que vomito? o

  • ¿La comida sirve para suplir lo que me falta, afecto, apoyo, reconocimiento, cuidado sentirme integrada, sentirme respetada, sentir que tengo un orden, un control?

  • ¿Todo esto es cubierto por la comida?

  • ¿Qué lugar le doy a la comida más allá de la nutrición? Porque si es nutrición no necesitará conductas adaptativas.


Algunos conflictos internos nos pueden conducir a ocupar demasiado tiempo y energía en centrar nuestra atención en lo que comemos, mientras el peso del conflicto se desarrolla en el mundo de nuestros afectos.

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